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Los Códigos del Bosque, es una exposición que se desarrolló en el Centro Cultural Villa de Móstoles,
del 1 de diciembre de 2005 a 8 de enero de 2006
Centro Cultural Villa de Móstoles
Plaza de la Cultura.
Móstoles. Madrid, España.
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Esta exposición gira en tormo a la instalación Los Códigos del Bosque, que parte de cuatro
fotografías en blanco y negro de la sala en las que sobresale su columnata, estas fotografías forman una primera serie
de imágenes. Simplifiqué las fotos resaltando las columnas, forman una segunda serie. Traté
estas imágenes como si fueran texto para convertirlas en un posible código, convertido este código a su vez en imágenes lo uní al anterior,
formando así una tercera serie. Guardé estás imágenes en formato raw, un formato que no siempre guarda las características iniciales,
al abrir estos ficheros me dieron como resultado la cuarta serie. Abrí de nuevo estos ficheros manipulando sus
características y ello
dio como lugar una quinta serie. Todas estas series fueron guardadas en formato tif. Estas cinco series forman la obra.
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Los Códigos del
Bosque
4000 x 3000 cms.
Impresión digital.
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Línea Maginot / línea Sigfrido - Muro de Berlín / Muro de Gaza, esta instalación consistía en un cable de acero tensado
que iba de parte a parte de la sala a 1 metro de altura y con un largo aproximado de 10 metros. Es un alegato contra la guerra y
todas las líneas defensivas y muros preventivos construidos por la humanidad.
Fue desmontado después del día de la inauguración, por deseo de los representantes del ayuntamiento, lo cual no deja de ser simbólico.
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Línea Maginot / Muro de Berlín -
Línea Sigfrido / Muro de
Gaza.
Acero.
Medida Variable.
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Calvaria piramidal - Pirámida calvarial., durante el año
2001, en una estancia en la ciudad de Marivor en Slovenia, realicé una obra
sobre sus dos colinas gemelas. Esta que presente en esta exposición , es una
nueva versión de aquella. No conservo una buena foto de la que realicé en
Slovenia..
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Calvaria
piramidal - Pirámida calvarial.
Hierro / acrílico .
150 x 150 x 30.
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Mujer y hombre blancos sobre un paisaje nevado, esta obra está
realizada en un intento de simplificar los elementos hasta convertirlos en el
simple concepto.
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Mujer y hombre blancos sobre un
paisaje nevado.
Hierro / acrílico / plástico.
160 x 200 x 40..
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El Bosque de los Códigos, esta instalación es la contraposición a
la que da nombre a la exposición, transformo las columnas de la sala, pero
trasponiendo a ellas los códigos encontrados en la manipulación informática
de la obra Los códigos del bosque.
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El
bosque de los códigos.
Plástico sobre columnas
Medida Indefinida.
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Asimetriada, es una obra que realicé en 1989, inspirada en la
obra literaria homónima de Stanislaw Lem, y aunque bastante anterior en cuanto
a su realización, tiene indudablemente una relación con el resto de la
exposición y es por ello que decidí incluirla.
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Asimetriada..
Lápiz/ carpetas.
290 x 41,5
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Los Códigos Hablados, es una aproximación sonora a la obra que
da nombre a la exposición.
A partir de grabaciones tomadas a las personas que suelen frecuentar este lugar
he realizado esta obra en CD que debe ser escuchada con un reproductor que
permita oírla aleatoriamente durante horas.
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Códigos
Hablados.
Composición músical aleatoria.
Duración variable.
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Puede solicitar el CD con el sonido de Los Códigos Hablados. Algunas de estas obras
se encuentran disponibles; si
usted está interesado, contacte
con el autor.
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Catálogo:
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Para el catálogo de esta exposición se escribieron dos
textos, uno de Manuel Pérez-Petit y otro del autor que se reproducen a continuación.
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LA OBSERVACIÓN Y EL LOGRO Manuel Pérez-Petit
Normalmente el cronista se pregunta en tanto observa, y es que esto forma parte de su estar y de su ser en esto de vivir,
y es que ya sabe –a base de haberse ido enterando- que la experiencia y la diferencia se hallan en todas partes, que andan
por caminos que van de lo universal a lo concreto, que sin su presencia real y efectiva en medio del mundo, en el mismo mundo,
frente al mundo, contra el mundo o en cualquiera de las maneras imaginables e/y/o inimaginables que puedan existir, todo sería
otra cosa, no lo que conocemos, y así la vida es una interminable lista de preguntas que, a veces, no tienen respuesta pero que
siempre determinan lo que ha de hallarse, más allá de los calendarios, en los territorios para los que aún no se han fabricado
los relojes adecuados. Y en este camino, a veces –sólo a veces, menos mal- se llega a lo que de común y entrañable tenemos
todos –sin excepción, querámoslo o no, y está sin escribir el por qué de esto en el Libro de la vida- los seres humanos,
la experiencia y la diferencia se transforman en humus y revierten como lluvia en nuestras propias existencias. Y tampoco
tendríamos por qué celebrarlo por todo lo alto como un triunfo de nosotros mismos, sobre todo porque no se sabe dónde está
la clave de tanta magia.
La capacidad de observar es netamente humana: se observa lo que se puede, en la misma medida que no siempre que se mira se ve.
La clarividencia –aquella virtud que proviene de ver, no de mirar, mediante la cual cualquier ser humano podría ir más allá
de la mera visión de las cosas que le rodean y extraer verdades que no existen al alcance de los ojos- es una posible –sólo
posible- consecuencia de la capacidad de observación de cada uno. Y en ello está probablemente la clave del logro, en la mirada.
Como en Rembrandt o como en Rilke, el artista ve y mira y observa y saca sus propias conclusiones y da en la diana haciendo
cosas que no existen pero que por su propia naturaleza existen más aún que cualquiera de las cosas ya conocidas de antemano.
Y Antonio Alvarado está ahí, bebe de las mismas fuentes y emerge del mismo modo. Parece que no existiera, que nunca hubiera estado,
pero de sus manos nace auténtico fuego, y el fuego –ya se sabe- es uno de los elementos básicos y claves de la vida. Es sugestivo
y sorprendente, porque en esto de vivir cada uno su propia vida Antonio, como si llevara una armadura y a la vez estuviera en
carne viva –parece frío y hasta quizá, en algunas ocasiones, frívolo, pero en nada es nada de esto-, posee una clave propia:
se rebela, vive, mira, escudriña, descompone, encuentra, crea y pasa por encima, haciéndose poseedor de muchas claves, de aquello
que hace de la propia existencia algo en que se lastima todo tantas veces. Parece que no existiera pero está. Nadie que lo viera
por la calle diría: “Ahí va un artista”. No tiene pose. Está más por dentro que por fuera. Es, lo cual ya es bastante. Tiene la
capacidad de hacer inmutables muchas cosas. Ha descubierto la clave que sobrevivirá al hombre y al mundo: tiene la cabeza llena
de algoritmos matemáticos y afectos perdurables.
Antonio Alvarado es así, en persona y, sobre todo, en su obra. Indaga en códigos, opiniones, sensaciones y pócimas, y halla
claves y desentraña en su tarea no demasiadas pocas cosas. No en vano, va y nos dice: “El entorno que nos rodea distorsiona
la realidad”, desvelándonos la clave de su motor esencial de búsqueda. Puede resultar inverosímil pero es real. Y así, tiene
la capacidad de llegar al logro, lo cual hoy ya no está al alcance de cualquiera. Y esta capacidad, que es hija directa de la
observación, se traduce en una sencillez de formas y silencios, que aunque no es inaudita –pues nadie crea de la nada- tiene
la virtud en Antonio de hacerse cosa, objeto, llave, cosa trascendente impregnada de la inmanencia de lo que de común, nuevo y
antiguo y entrañable tenemos todos.
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CURRICULUM Antonio
Alvarado
Este espacio debería estar destinado al curriculum del autor. Invento sin
duda ideado para alagar la vanidad de los artistas. Pero el artista es sin
duda su obra, y su vida y sus actividades son sus trabajos. Yo he preferido
por ello escribir un curriculum de la obra que presento mejor que un
curriculum de mi vida que posiblemente hablaría sobre actividades mías
desconocidas para algunos de los espectadores. Como el presente son estas
obras, hablare de ellas.
No es una casualidad que esta exposición se realicé
en el Centro Cultural Villa de Móstoles, sin él no habría sido posible. Los
Códigos del Bosque es fruto de la propia idiosincrasia del lugar donde se
expone.
Cuando me dieron la oportunidad de exponer en esta sala, me trasladé
a ella para conocerla mejor. Es una sala con unas características muy
especiales. Los contrarios la dominan. El negro y el blanco luchan por imponer
su criterio con una fuerza fuera de lo común. Líneas de todo tipo la
entrecruzan disputándose la dirección de la mirada del espectador. El propio
espacio expositivo está invadido por toda una serie de columnas que compiten
con la obra expuesta.
Desde el principio el espacio me recordó un bosque
barroco donde lo fundamental aparecía tras atravesarlo. Decidí que debía
potenciar sus características. Lo negro. Lo blanco. La recta. Lo oculto. El
laberinto. Las columnas eran el elemento fundamental sobre el que trabajar.
Los Códigos del Bosque parte de cuatro fotografías en blanco y negro de la
sala en las que sobresale su columnata, estas fotografías forman una primera
serie de imágenes. Simplifiqué las fotos resaltando las columnas, forman una
segunda serie. Traté estas imágenes como si fueran texto para convertirlas
en un posible código, convertido este código a su vez en imágenes lo uní
al anterior, formando así una tercera serie. Guardé estás imágenes en
formato raw, un formato que no siempre guarda las características iniciales,
al abrir estos ficheros me dieron como resultado la cuarta serie. Abrí de
nuevo estos ficheros manipulando sus características y ello dio como lugar
una quinta serie. Todas estas series fueron guardadas en formato tif. Estas
cinco series forman la obra.
El Bosque de los Códigos está realizado pegando
en las columnas unos códigos adhesivos, tomados de los que aparecen en la
obra anterior.
Un pequeño grupo de obras que se caracterizan por la sencillez
en su concepto y el predominio del negro y el blanco y una instalación
sonora, sin imágenes, completan la exposición.
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